Cualquiera de nosotros ha experimentado en una o más oportunidades, el trance de enfrentar episodios persistentes de estrés, y una profunda desmotivación, que nos impide asumir positivamente los retos de la vida profesional, y evitar que nuestro tiempo productivo transcurra indolentemente, cuando nuestra dedicación, talento y compromiso se manifiesta con nada disimulado desgano, cierto desdén, preocupante displicencia, y sin mayor compromiso.
En un contexto empresarial y de negocios, aun signado por los efectos de la crisis, en la que la incertidumbre del entorno obstaculiza la construcción de una visión de vida y dificulta la concreción de metas a futuro; donde la supervivencia en el rol o puesto amenaza con despuntar como nuestro objetivo básico de vida; cuando trabajamos esforzadamente para pagar la hipoteca del apartamento, nuestras deudas y hacernos cargo de la alimentación y necesidades básicas de nuestro entorno familiar; y en la que toda posibilidad de desarrollo profesional parece haberse desvanecido ante nuestra incapacidad para vislumbrar posibilidades de aprendizaje, superación y crecimiento, es común entonces, que permanezcamos apáticos en una organización respecto a la cual hemos perdido todo vinculo emocional y en donde ya no encontramos sentido de propósito alguno, que nos impulse y nos motive a dar lo mejor de nosotros para permanecer, aprender, desarrollarnos y crecer .
Numerosas son las causas susceptibles de transformar una experiencia positiva de aprendizaje, desarrollo y crecimiento dentro de una organización a la que dedicamos lo mejor de nuestro tiempo y talento, en una experiencia de vida ciertamente tóxica, con sensible impacto en la autoestima personal, una asfixiante sensación de desgaste emocional, e imperiosa sensación de que se está inmerso en un agujero sin fondo, del cual difícilmente logramos emerger.
Veamos cuales son algunas de las sensaciones que suelen aparecer cuando la desmotivación se manifiesta, perturbando nuestro equilibrio emocional, afectando nuestro desempeño profesional y deteriorando nuestra calidad de vida:
Desafortunadamente, la mayoría de las organizaciones no están conscientes o ignoran deliberadamente el hecho de que un colaborador desmotivado y estresado, puede afectar con su actitud y emocionalidad, la productividad y el compromiso de quienes integran su entorno laboral inmediato. Un colaborador sumido en sucesivos episodios depresivos acusará una incidencia mayor de enfermedades ocupacionales, lo que se traduce en un incremento del absentismo, y en una merma en la productividad individual y colectiva. La rigidez en las prácticas, políticas y procesos organizacionales, como es usual en culturas de corte conservador y de estilos gerenciales basados en el control, el poder y la coerción, inducen a la desmotivación de colaboradores de alto potencial, cuyas competencias, rasgos de personalidad y actitud están en abierta contradicción con el sistema de valores, principios y creencias inherentes a una cultura organizacional, respecto a la cual, ellos no se identifican en absoluto.
El psiquiatra Herbert Freudenberger en su investigación realizada en 1974, con trabajadores estresados y emocionalmente perturbados de una clínica para toxicómanos, describió los síntomas que caracterizan al “burnout” o a los profesionales emocionalmente afectados o ´quemados por el trabajo´. Estos síntomas incluyen el agotamiento progresivo, la desmotivación para el trabajo, así como cambios repentinos del estado de ánimo con sentimientos de tristeza, pena, angustia, y malestar psíquico que puede estar acompañado de melancolía, pesimismo e insustancialidad.
Las organizaciones que valoran a su personal como su principal activo y lo consideran como factor clave de su diferenciación competitiva, desarrollan, promueven y aplican buenas prácticas de Gestión de Talento, donde todo profesional dispone de oportunidades de crecimiento, aprendizaje y desarrollo profesional, y se articulan programas para facilitar en los colaboradores expuestos a situaciones muy estresantes y emocionalmente exigentes, la saludable conciliación entre las demandas derivadas del desempeño profesional, y la vida personal.
Desde la perspectiva de un profesional profundamente desmotivado en su actual trabajo, y que enfrenta el riesgo de postergar, afectar o arruinar su futuro éxito profesional y su autorrealización personal, es el momento apropiado para salir de su actitud de conformismo, y moverse más allá de su zona de confort, desarrollando un plan de acción que pudiese considerar las siguientes pautas:
¿Si antes de aceptar pasivamente que nuestro destino está predeterminado, y que nada queda por hacer cuando estamos desmotivados, por qué no aceptamos nuestra realidad como una señal, una evidencia y un estimulo para aceptar, articular y desarrollar nuestro propio proceso de cambio, disfrutando en el trayecto de nuevos retos, aprendizajes, logors y oportunidades de crecimiento?.
Depende de cada uno de nosotros, reconocer y aceptar nuestra actual desmotivación e inconformismo y asumirlos como la simiente para alentar una perspectiva positiva de cambio para nuestra vida.