Las mujeres y el techo de cristal
Creado por Juan Garrosa , el Miércoles 13 de Julio de 2011

La paridad de género en los consejos de administración de las empresas europeas va camino de convertirse en una realidad. Más allá de toda la polémica generada tiempo atrás, las cuotas son positivas pero el verdadero problema a resolver sigue siendo la conciliación.

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En 2003 Noruega impuso por ley una cuota mínima del 40% de presencia femenina en los consejos de administración de empresas que cotizaban en bolsa, so pena de avisos, sanciones o incluso expulsión del mercado bursátil. Desde entonces las mujeres directivas noruegas han pasado del 22% al 44%.

Las autoridades noruegas decidieron establecer esta cuota obligatoria tras comprobar que las recomendaciones no daban los resultados esperados. Según Rigmor Aasrud, ministra noruega de Administración Pública, "el sistema voluntario no funcionó porque los encargados de comités de selección, mayoritariamente varones, encontraban candidatos para los puestos dentro de sus propias redes de contactos, normalmente hombres también".

Compartiendo este mismo balance, en la UE se ha abierto desde hace meses el debate sobre la necesidad de imponer cuotas obligatorias. El pasado 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, El Parlamento Europeo aprobó un informe sobre mujeres y liderazgo empresarial. En dicho informe (no vinculante) se insta a los estados miembros a establecer medidas efectivas, "como cuotas", para incrementar la participación femenina en puestos directivos.

A ese respecto, la Comisaria de Justicia, Viviane Reding, señaló que "si las empresas de la UE no avanzan en la incorporación de mujeres a puestos de responsabilidad en un año, habrá cuotas".

Hasta ahora en la UE conviven dos posturas en cuanto al instrumento regulador a emplear para el logro de este objetivo. Algunos estados ya poseen cuotas obligatorias. Es el caso de Francia, que desde este año cuenta con una cuota mínima del 40% en las empresas de más de 500 empleados con una cifra de negocios superior a los 50 millones de euros. También Italia y Bélgica están tramitando leyes que fijan cuotas de un tercio. Otros estados han establecido recomendaciones o códigos de conducta con resultado dispar, como España, Alemania, Reino Unido, Suecia, Finlandia, Holanda o Dinamarca. Curiosamente Angela Merkel, una de las tres únicas presidentas dentro de la UE de 27 miembros, ha manifestado su rechazo al sistema de cuotas.

Lo que provocaría el sistema de cuotas es justamente que las empresas tengan que salir a buscar a las mejores candidatas, algo que no han hecho hasta ahora.

En la actualidad las mujeres representan únicamente el 12% de los miembros de consejos de administración europeos y sólo el 3% de las empresas están dirigidas por una mujer. En este sentido sí es recomendable impulsar de alguna manera la presencia femenina en las cúpulas directivas, pues evidentemente algo está fallando.

Que el Estado se entrometa en los asuntos de la sociedad civil debe ser visto siempre, a priori, con recelo. Intentar desde la política reconducir el pluralismo de la sociedad civil hacia un modo "oficial" de hacer las cosas suele ser cuestionable, aunque venga cargado de buenas intenciones. Pero este caso es, según creo, diferente. No se trataría de emplear el poder del estado para alterar la realidad conforme a criterios partidistas, sino precisamente de que ciertos espacios privados de gran trascendencia social, como el empresarial, no permanezcan ajenos a una realidad que es plural.

Es el actual estado de cosas el que atenta contra el principio meritocrático, al producirse (con alevosía o sin ella) un sesgo que discrimina a una gran parte de candidatos, dado que hoy en día existen multitud de mujeres preparadas para asumir puestos directivos y que no logran ni siquiera optar a ellos. Lo que provocaría el sistema de cuotas es justamente que las empresas tengan que salir a buscar a las mejores candidatas, algo que no han hecho hasta ahora. Sin prisa pero sin pausa, pues tampoco se debe caer en la disfunción de que en adelante todas las nuevas vacantes sean cubiertas por mujeres para alcanzar prontamente la cuota, cerrando la puerta a hombres más competentes.

Las políticas de conciliación garantizan que mujeres y hombres puedan optar en igualdad de condiciones a puestos directivos sin renunciar para ello a su vida familiar.

El problema, a parte de los propios mecanismos de selección creados por y para hombres, es que las mujeres de 45 años (la media de edad de un consejero delegado) pueden en efecto estar curricularmente en desventaja con respecto a sus coetáneos varones. Pero ello se debe a que en algún momento de su carrera sus posibilidades de promoción se han visto frenadas a causa del embarazo y crianza o, más aún, de la mera posibilidad de tales.

Es ahí donde hay que incidir. Lo más óptimo sería que las medidas de reequilibrio se implementasen al principio del ciclo selectivo, tratando de eliminar los inputs discriminatorios, y no al final, desvirtuando los efectos positivos que se hayan podido dar en dicho ciclo. Es decir, crear las condiciones para que haya de inicio más candidatas decididas y capacitadas para el desempeño de funciones directivas. Esto nos lleva inexorablemente a las políticas de conciliación, que son las que garantizan que mujeres y hombres puedan optar en igualdad de condiciones a puestos directivos sin haber renunciado para ello a su vida familiar. Sin políticas de conciliación efectivas estaremos creando una casta de mujeres directivas que reproduzcan los mismos males que sus colegas varones.

Conciliación significa mejorar los permisos de maternidad y paternidad, flexibilizar horarios, desarrollar el teletrabajo, ampliar la red de guarderías.... El problema es el de siempre, que estas medidas pueden afectar a la competitividad de las empresas europeas, más aún si hablamos de directivos/as. ¿No será que algo está fallando en el sistema de trabajo más allá de su reparto entre géneros?

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